Los manuscritos de Franz Kafka permanecerán en la Biblioteca Nacional de Jerusalem, dijo el procurador general Yehuda Weinstein.
Las obras en cuestión, que forman parte de la herencia literaria de Kafka, pasaron a manos de su amigo Max Brod, quien murió en Tel Aviv en 1968.
Rod legó sus posesiones a su secretaria y colaboradora Esther Hoffe, que falleció a su vez, dejando los manuscritos a sus dos hijas, Eva y Ruth.
Según el procurador general: "Brod, que era judío y sionista y que llegó a Israel después de que Praga pasó a manos de los nazis, hubiera querido que su patrimonio literario se mantuviera en el Estado de Israel, que era el centro de su vida y fue donde murió".
Weinstein ha sentenciado además que los documentos no deben ser vendidos, ya que Brod no tenía la intención de que la Biblioteca tuviera que hacer cualquier tipo de transacción financiera para obtener los manuscritos.
Las hermanas Hoffe no han podido demostrar que hubieran recibido como un regalo de su madre algunos de los manuscritos de Kafka.
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