El barracón 31 formaba parte del denominado 'campo familiar' agregado a Auschwitz y enclavado entre el bosque de abedules de Birkenau. Albergaba a familias enteras con sus hijos con un fin puramente propagandístico: hacer creer a la Cruz Roja Internacional -y al mundo- que los judíos no eran asesinados, sino tratados con consideración.
Pero tras seis meses de permanencia en este 'escaparate' eran enviados a la cámara de gas, como los demás. Con el tiempo, realizada ya la propaganda, el campo familiar sería cerrado.
El barracón 31 albergó unos 500 niños... Y, de forma sorprendente, los prisioneros se las ingeniaron para crear allí una biblioteca infantil clandestina. Era precaria: solo contaba con ocho libros; entre ellos, un atlas desencuadernado; un manual de álgebra; los Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica, de Sigmund Freud; y Las aventuras del bravo soldado Svejk, del checo Jaroslav Hasek. La biblioteca también contaba con 'libros vivientes': prisioneros que recitaban a los niños obras que habían leído en el pasado.
Dita Polachova, una adolescente checa, era una de las gestoras de la biblioteca. Sobrevivió a Auschwitz, sigue con vida y reside en Netanya (Israel). Una novela cuenta su sorprendente historia.
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