A lo largo de su vida, Hermann Hesse recibió miles de cartas a las que respondía casi siempre personalmente y de forma manuscrita, para dar consejos o hacer confesiones.
"Vivo en un matrimonio adinerado, pero soy infeliz. ¿Tiene un consejo para que pueda cambiar mi vida?", le preguntaba, por ejemplo, una admiradora latinoamericana. Hesse le respondió por carta que intentase apaciguarse con ejercicios de yoga y le aconsejó no centrarse demasiado en las expectativas puestas en la pareja.
La mayor parte de esa correspondencia se encuentra en el Archivo Literario Suizo en Berna y otro buen número en el Archivo Literario Alemán de Marbach.
El escritor conservó unas 40.000 piezas de correspondencia a su nombre y los remites permiten a los especialistas seguir investigando. Puntualmente, van apareciendo cartas entre viejas pertenencias y cada una de ellas es celebrada por los historiadores.
Las más conocidas son las que escribió a personalidades, pero parte de su correspondencia es de índole práctica, consta incluso el envío de calcetines de lana, y en muchas cartas se adivina que para sus lectores se trataba de una especie de padre espiritual.
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