Diez días después de la sustracción del Códice Calixtino, la policía aún no tiene una pista clara, pero cada vez va cobrando más fuerza la hipótesis sobre la posible implicación de personas que tienen o han tenido un fácil acceso al valioso libro. Por eso, los investigadores están rastreando los pasos de usuarios del archivo, religiosos y trabajadores de la catedral compostelana.
Los agentes todavía no se atreven a vaticinar si el hurto del libro fue un robo por encargo, como se viene barajando hasta ahora. Pero cada día cobra más solidez la hipótesis sobre la implicación de "alguien que pudiera tener fácil acceso al códice por verlo todos los días" y que, en este supuesto, "se habría apoderado de él por sentir capricho o debilidad". Esta persona no habría dado el soplo al ladrón, sino que ella misma habría ejecutado el golpe.
Una de las cosas que más desconcierta a los policías es por qué el caco no se adueñó del llamado Tumbo A, custodiado en la misma cámara catedralicia, que constituye otra joya bibliográfica tan valiosa o más que el Códice Calixtino. El Tumbo es una colección de documentos entre los que hay alguno que data del siglo IX. "Si esto hubiera sido obra de un ladrón profesional, ¿por qué no se llevó el Tumbo A?", se pregunta un policía con extrañeza.
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