Militantes anónimos ocultaron los archivos de los partidos de izquierda el 23-F.
Se temía que el golpe de Estado desencadenara una feroz represión contra los militantes, a pesar de que se habían legalizado cuatro años antes, y miembros de los partidos de izquierda ocultaron los archivos.
Fue el caso de Rosa de Lima T., entonces militante y trabajadora en la sede del Comité Provincial del Partido Comunista de España, en la calle de Campomanes, 7.
"Tras unos momentos de angustiosa incertidumbre", explica la entonces militante del PCE, "cogí los archivadores y los metí en mi automóvil, un utilitario de color bastante vistoso, por cierto". Una vez dentro de su coche, un Seat 1430 naranja, Rosa se encaminó hacia su casa, entonces en las inmediaciones de la glorieta de Bilbao, y lo estacionó en una calle próxima a la de Luchana con el archivo del PCE dentro. "Me asaltaban muchas dudas sobre qué hacer con un material tan delicado en aquellos momentos en los cuales el destino de miles de personas peligraba y que la fatalidad había puesto en mis manos", dice con una mirada de agobio. "Fue entonces cuando decidí que entre tanto automóvil, el mío pasaría inadvertido y que quizás el mejor lugar para ocultar aquella informaciòn era, precisamente, el interior de mi coche". ¿Recibió instrucciones de la dirección de su partido para esconder el fichero? "No, nadie me dijo entonces nada, pero era de sentido común hacer lo que hice, pues yo llevaba el fichero como responsable de organización de Administración Pública".
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Se temía que el golpe de Estado desencadenara una feroz represión contra los militantes, a pesar de que se habían legalizado cuatro años antes, y miembros de los partidos de izquierda ocultaron los archivos.
Fue el caso de Rosa de Lima T., entonces militante y trabajadora en la sede del Comité Provincial del Partido Comunista de España, en la calle de Campomanes, 7.
"Tras unos momentos de angustiosa incertidumbre", explica la entonces militante del PCE, "cogí los archivadores y los metí en mi automóvil, un utilitario de color bastante vistoso, por cierto". Una vez dentro de su coche, un Seat 1430 naranja, Rosa se encaminó hacia su casa, entonces en las inmediaciones de la glorieta de Bilbao, y lo estacionó en una calle próxima a la de Luchana con el archivo del PCE dentro. "Me asaltaban muchas dudas sobre qué hacer con un material tan delicado en aquellos momentos en los cuales el destino de miles de personas peligraba y que la fatalidad había puesto en mis manos", dice con una mirada de agobio. "Fue entonces cuando decidí que entre tanto automóvil, el mío pasaría inadvertido y que quizás el mejor lugar para ocultar aquella informaciòn era, precisamente, el interior de mi coche". ¿Recibió instrucciones de la dirección de su partido para esconder el fichero? "No, nadie me dijo entonces nada, pero era de sentido común hacer lo que hice, pues yo llevaba el fichero como responsable de organización de Administración Pública".
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