El misterioso sello del judeoconverso.
El Mundo publica un artículo sobre la desaparición de un sello del siglo XVI en manos supuestamente de un «alto cargo del PSOE».
Todo empezó en 1992. Antonia Ascensión reformaba la segunda planta de la casa de sus padres en Barcarrota. El albañil se encontraba abriendo una pared cuando el pico, además del falso muro, atravesó un libro: un ejemplar de El Alborayque. Junto a este título aparecieron otras nueve joyas bibliográficas del siglo XVI y un viejo y doblado documento: la nómina de Fernando Brandao, un sello-amuleto de incalculable valor.
Tres años después el Gobierno autonómico se decidió a adquirir el conjunto de textos por 14 millones de pesetas, un precio muy inferior al que alcanzaría en el mercado.
Antes de la construcción de la Biblioteca de Extremadura en Badajoz, los libros se custodiaron en la caja fuerte del MEIAC, el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo. Sin embargo, el sello fue trasladado sin razón aparente a la caja fuerte del BBVA de Mérida. Aunque la Junta ha fechado esta semana la desaparición del sello en 2008, cuando Justo Vila tomó posesión como director de la Biblioteca de Extremadura, en abril de 2002, el conjunto de Barcarrota ya estaba incompleto: la nómina y las tapas originales de dos de los libros habían desaparecido. «Nunca llegaron a estar en mi poder desde que tomé posesión», declaró Vila.
Las quejas de la antigua propietaria de los libros, quien este mismo miércoles instaba, con notorio malestar, a que se hiciera una inspección a fondo, ante las negligencias cometidas y la falta de la nómina, y las llamadas de El Mundo a las autoridades (incluidas a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente entonces, y a Fernández Vara, el actual), aceleraban los acontecimientos. Primero, probablemente para amortiguar el eco de la denuncia, se hizo llegar a un periódico regional la noticia de la desaparición. A renglón seguido, la consejería de Cultura respondía con una nota de prensa admitiendo la falta del documento.
Poco después, en todo un malabarismo de eficacia, la propia consejería encontraba la solución al enigma. El sello de aquel judío portugués estaba... en una caja fuerte de sus propias dependencias. Pura magia. Para sellar la historia de la misteriosa desaparición de la nómina, sólo faltaría por identificar al caballero, como en el Código Da Vinci, oculto en el cuadro. Es decir, aquel que lo ha tenido en su casa durante años sin que nadie lo delatara...
El Mundo publica un artículo sobre la desaparición de un sello del siglo XVI en manos supuestamente de un «alto cargo del PSOE».
Todo empezó en 1992. Antonia Ascensión reformaba la segunda planta de la casa de sus padres en Barcarrota. El albañil se encontraba abriendo una pared cuando el pico, además del falso muro, atravesó un libro: un ejemplar de El Alborayque. Junto a este título aparecieron otras nueve joyas bibliográficas del siglo XVI y un viejo y doblado documento: la nómina de Fernando Brandao, un sello-amuleto de incalculable valor.
Tres años después el Gobierno autonómico se decidió a adquirir el conjunto de textos por 14 millones de pesetas, un precio muy inferior al que alcanzaría en el mercado.
Antes de la construcción de la Biblioteca de Extremadura en Badajoz, los libros se custodiaron en la caja fuerte del MEIAC, el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo. Sin embargo, el sello fue trasladado sin razón aparente a la caja fuerte del BBVA de Mérida. Aunque la Junta ha fechado esta semana la desaparición del sello en 2008, cuando Justo Vila tomó posesión como director de la Biblioteca de Extremadura, en abril de 2002, el conjunto de Barcarrota ya estaba incompleto: la nómina y las tapas originales de dos de los libros habían desaparecido. «Nunca llegaron a estar en mi poder desde que tomé posesión», declaró Vila.
Las quejas de la antigua propietaria de los libros, quien este mismo miércoles instaba, con notorio malestar, a que se hiciera una inspección a fondo, ante las negligencias cometidas y la falta de la nómina, y las llamadas de El Mundo a las autoridades (incluidas a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente entonces, y a Fernández Vara, el actual), aceleraban los acontecimientos. Primero, probablemente para amortiguar el eco de la denuncia, se hizo llegar a un periódico regional la noticia de la desaparición. A renglón seguido, la consejería de Cultura respondía con una nota de prensa admitiendo la falta del documento.
Poco después, en todo un malabarismo de eficacia, la propia consejería encontraba la solución al enigma. El sello de aquel judío portugués estaba... en una caja fuerte de sus propias dependencias. Pura magia. Para sellar la historia de la misteriosa desaparición de la nómina, sólo faltaría por identificar al caballero, como en el Código Da Vinci, oculto en el cuadro. Es decir, aquel que lo ha tenido en su casa durante años sin que nadie lo delatara...
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