Su historia como la de otras mujeres que se embarcaron rumbo a América lleva siglos oculta en documentos y referencias, en historias que parecen imposibles como la de la vasca Catalina de Erauso, una monja adolescente que huyó del convento disfrazada de hombre para cruzar el Atlántico.
Del otro lado del océano se hacía llamar Francisco de Loyola o Alonso Díaz bajo su armadura y su secreto.
La escritora Elvira Menéndez encontró el rastro de estas mujeres en los miles de documentos que se conservan en el Archivo de Indias.
En 1550, la corona española envió un barco con 80 doncellas al Río de la Plata con la misión de casarse con los colonizadores y evitar así el amancebamiento que ya tenían con las indígenas.
El barco fue atacado por piratas franceses, luego se perdió cerca de las costas africanas y al llegar a América un grupo de indígenas las hizo prisioneras.
Al frente de la expedición estaba una viuda, Mencía de Calderón. Ella las guió entre la selva con sus corsés y sus largos vestidos hasta Asunción (Paraguay).
Llegaron a su destino cinco años después.
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