El saqueo de miles de libros antiguos en la suntuosa biblioteca Girolamini de Nápoles –a día de hoy se han recuperado 2.327– ha conmocionado al país entero.
El protagonista principal no es otro que el propio director de la institución pública, Massimo Marino De Caro, quien robó las obras a lo largo de varios meses.
La biblioteca barroca, el escenario donde se desarrolla la historia, rezuma un halo místico que ha custodiado sus cerca de 160.000 obras durante siglos, hasta que De Caro comenzó a vaciarla.
Finalmente, la detención se produjo gracias a uno de los trabajadores que, al corriente de lo que estaba sucediendo y aprovechando el descuido de los cómplices de la trama que se habían olvidado de apagar las cámaras de los corredores, conectó su ordenador al circuito y recabó ocho vídeos, en los que se ve a De Caro cargar con cajas enteras de libros hacia el exterior de la institución.
Ante la rotundidad de los hechos, el bibliotecario se defendió asegurando con total descaro que había sustraído los libros ni más ni menos que “para salvar la biblioteca”.
Los robos de obras de arte parecen haberse incrementado en los últimos
años, pues muchos millonarios ven en su compra una inversión segura en
momentos en los que otros valores pueden no ser una buena elección. De
hecho, el tráfico ilegal de obras de arte es ya el tercero en la economía negra, sólo detrás de las armas y las drogas.
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