En el reino de tuitilandia cada día se envían algo más de 50 millones de tuits, lo que equivale aproximadamente al contenido de un disco de siete gigabytes. Un marasmo de mensajes cortos, la mayoría irrelevantes, inconexos en su conjunto, dedicados a la comunicación de un instante.
Pero esa cifra es solo la punta del iceberg. Bajo la superficie del texto están los metadatos, paquetes de información que acompañan al mensaje de un lado a otro de la red, pero que el usuario raramente llega a ver.
Tales datos contienen información muy valiosa, si se sabe aprovechar. Dicen mucho acerca de quién, cómo, cuándo y dónde se ha originado el tuit. Un filón para quien se dedique a la minería de datos que, después venderá a las agencias de publicidad y mercadotecnia.
Las posibilidades son inmensas y un tanto intranquilizadoras. Por ejemplo, cabría investigar las preferencias de un segmento de población, acotado según edades y área geográfica: Cuáles son sus tendencias de voto, sus películas favoritas, sus programas de televisión o incluso qué marcas prefieren. Un verdadero tesoro de información, que algunas empresas comienzan a escarbar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario