9 feb 2009

Trapicheo en el Archivo Histórico del Tribunal Militar.
Por sus manos pasaban todas las peticiones de investigadores y familiares de víctimas de la Guerra Civil y la dictadura. Era tal el aluvión de peticiones que no pudo resistirse y se dio al tráfico de copias digitalizadas de estraperlo. El asunto se ha destapado y afecta al Archivo Histórico del Tribunal Militar Territorial Segundo, con sede en Eduardo Dato (Sevilla).
Según denuncia una batería de historiadores, investigadores expertos en materia de Memoria Histórica y familiares de víctimas represaliadas que han frecuentado el archivo “el funcionario militar que hasta septiembre de 2007 controlaba las llamadas telefónicas y las peticiones de legajos y expedientes que formulábamos en el archivo se dedicó a ofrecernos un servicio, digamos que paralelo a la legalidad, según el cual nos localizaba la documentación que le pedíamos y nos la pasaba en un cedé digitalizada previo ingreso en una cuenta a nombre de uno de sus hijos de la cantidad que nos pidiera”. El hijo se encargaba de hacer las copias digitales, pero no las hacía en el archivo, donde habría levantado sospechas, sino en casa.
Ese negocio, consentido por los investigadores pero ajeno a la oficialidad, estuvo vigente durante años hasta septiembre de 2007, “cuando el funcionario que se sacaba ese sobresueldo falleció repentinamente, dejándonos a todos en la estacada”.
Al destaparse el negocio irregular, Defensa abrió el expediente de información número 01/07, en el que se recogen los detalles, incluido el listado de ingresos bancarios registrado por el funcionario ya fallecido y su hijo.

1 comentario:

LA NIÑA DEL EXORCISTA dijo...

La cosa es realmente sorprendente, y aunque no se puede poner nunca la mano en el fuego, dudo que algo así pase en un archivo civil o controlado por profesionales. Empezando por eso de llevarse los documentos a casa, que es de Formación General Básica, y el ejemplo típico-tópico es el de aquel que se lleva documentos a casa, muere de repente -como en este caso- y resulta que transcurrido un cierto número de años aparecen en manos privadas documentos públicos. O aparecen en el fondo privado del ilustre Fulanito, porque lamentablemente las instituciones de archivo o quien tiene capacidad para decidir lo que se compra, siguen poniéndose una venda ante los ojos a la hora de adquirir fondos privados y no se preguntan por la procedencia, en ocasiones non sancta de los documentos que integran un fondo privado. Con lo cual, las mismas instituciones de archivo en su pecado llevan la penitencia porque retroalimentan estas prácticas, que les roben documentos. Ya sé que clamo en el desierto, pero por decirlo que no sea.

Yo creí que aquello de que un militar se surtiese gratis total en el economato y panadería militar, o que construyese un chalé con soldados y materiales que sacaba del cuartel había pasado a la historia, pero visto lo visto, parece haber indicios de que se arrastran vicios del pasado.

Un ejemplito. El personal civil de los establecimientos militares dice Radio Makuto que tradicionalmente entraba por digitalización, y solían ser esposas, hijas o parientes de militares. Hace pocos años fui a cierta biblioteca militar y si soy sincero, tengo que decir que no gané para sustos. Cuando entré en la sala de consulta me encuentro con sorpresa a tres señoras, dos de ellas enfundadas en sendas e impolutas batas blancas, sentadas y sin hacer nada -una ¡fumando!-;la tercera ni estaba toda emperifollada como sus compañeras, ni dada a la molicie, sino que estaba trabajando ante un ordenador como una campeona que era. Me dirigí a esta última, que no tenía pinta de ser pata negra, y como no podía ser menos resolvió la búsqueda y todas las cuestiones que le planteé con la profesionalidad de quien tiene su mesa llena de libros y se honra trabajando.

De las dos "petardas" de la bata blanca, una no paró de fumar (¡que me hacía de cruces!) y ambas no pararon de darle al pico mientras la bibliotecaria trabajaba y yo leía y tomaba notas; y recuerdo que su conversación era muy "pofesional": que si estuve en tal tienda y me compré un trapito monísimo-monísimo; que si luego tengo que ir al mercado que me dijo la chica que está no sé que pescado tirado de precio, etc. Como además de fumar, ya digo que les iba el darle al pico, me sometieron a un pequeño interrogatorio -pues no tenían nada que hacer- y pude comprobar que estaban allí de adorno porque no sabían ni lo que era un tejuelo y todo lo resolvía y se lo aclaraba la bibliotecaria, a la que me pareció como que hacían de menos... En medio del interrogatorio, en seguida -no sé si para justificarse- me dijeron que sus respectivos maridos eran militares...

Moraleja: que se dejen de usar procedimientos de digitalización y metan a profesionales o transfieran los fondos judiciales a archivos dotados con profesionales, que a nadie que conozca un poco el paño se le ocurre ponerse a fumar en una sala de consulta repleta de libros, ni menos sacar fuera de un archivo documentos para llevarlos a casa.