El Centro Documental de la Memoria Histórica guarda las fichas de tres millones de represaliados por el régimen franquista.
"Este archivo ha cambiado la vida a muchas personas, antes para mal, ahora para bien”, dice Pilar Larumbe, jefa del Servicio de Difusión Cultural del Archivo de la Guerra Civil, ahora uno de los brazos del Centro Documental de la Memoria Histórica. Las fichas depositadas en el Colegio de San Ambrosio han tenido usos muy diferentes hasta llegar al que hoy le da sentido.
Tal y como explica Larumbe, “la mayor parte de las personas que aquí figuran sufrieron penas de cárcel tras la guerra, otros fueron a parar a batallones de trabajo, como el que se formó para levantar el Valle de los Caídos, y otros, desgraciadamente, fueron enviados a pelotones de fusilamiento”. Pasada la etapa de posguerra, y con el régimen dictatorial plenamente asentado, las fichas sirvieron para expedir el Certificado de antecedentes políticos.
Con la democracia restituida, llegaron las leyes reparadoras, como la que se aprobó en 1984, que permitió cobrar una pensión a los combatientes del bando republicano. “Ese mismo año llegamos a recibir unas 1.000 peticiones diarias de información”, recuerda Larumbe. El triunfo de los sublevados hizo que los militares republicanos destruyesen cualquier documento que les vinculara al bando rojo, de forma que, en muchos casos, fueron las fichas que guarda el Archivo de la Guerra Civil las que restituyeron su honor. “Si Franco hubiese sabido para lo que su utilizaría después seguro que no lo hubiera creado”, bromea la responsable de Difusión Cultural. Y, ya en nuestros días, los responsables del Centro esperan ahora peticiones de consultas en el fichero por parte de los nietos de exiliados tras la contienda civil. Un cambio en la normativa les permite acceder a la nacionalidad que sus abuelos llevaron o llevarán a gala hasta el final de sus días.
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