La primera era una caja del tamaño de una pequeña cafetera con un casete insertado al costado.
Poca gente se imaginó cuando tomó su primera foto en 1975, que este prototipo de apariencia excéntrica estaría a punto de arrasar el mercado de las cámaras fotográficas y de convertirnos a todos en potenciales expertos en fotografía.
Cuando la cámara digital se juntó por primera con un teléfono, fueron vistos como una pareja extraña.
"Recuerdo que en 2001 Sony Ericsson presumió de un teléfono con una cámara enganchada", dice Jonathan Margolis, un escritor de temas de tecnología para el Financial Times. "Al igual que todo el mundo, pensé '¿por qué querría un teléfono con una cámara?'"
El impacto en los fotógrafos profesionales ha sido dramático. Hubo un tiempo en que un fotógrafo no se atrevería a desperdiciar una toma a menos que estuviera virtualmente seguro de que funcionaría.
Margolis recuerda la historia de un fotógrafo que trabajaba en Berlín en 1939. El hombre tenía ocho placas fotográficas -8 fotos- para usar en seis semanas de trabajo. "Estaba cubriendo una concentración de los nazis e iba la semana anterior para planearla como si fuera una película, asegurándose de lograr los ángulos correctos".
Pero ahora, en la era digital, prácticamente no hay consecuencias o costo en tomar fotos, más allá de cargar el teléfono o la cámara.
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