Consultar una obra de referencia, rematar un trabajo de investigación... o navegar por la red en busca de contenido pornográfico. Cualquiera de estas estas opciones es válida para acudir a una de las más de 200 bibliotecas públicas de la ciudad de Nueva York. Y es que, en virtud de la Primera Enmienda de la Constitución Estadounidense y la Libertad de Expresión, los responsables de esos centros no pueden hacer nada para impedir que los adultos usen los ordenadores para visualizar páginas de alto contenido sexual.
La legislación sólo obliga a instalar en los equipos de uso público filtros que bloqueen contenidos obscenos considerados ilegales, así como la pornografía infantil.
Sin embargo, cualquier persona de más de 17 años puede desactivar los citados filtros o pedir que no se apliquen, por lo que su efectividad queda en entredicho, pudiendo consultarse desde el equipo público cualquier tipo de contenido de carácter pornográfico.
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