27 jun 2010

¿Tiene usted algún no-libro en casa?
En los últimos años y tras la irrupción en el mercado editorial de la presunta amenaza del libro electrónico, algunos bibliófilos e historiadores del libro se han puesto a trabajar en serio para dejar claro y definido su campo de estudio. Se trataría de un conjunto de hojas, unidas por uno de sus lados de manera que constituyeran un cuaderno o volumen cuyo grosor, en cierto modo, vendría a determinar su denominación. Así, un libro sería un volumen de más de 49 páginas sin contar cubierta y sobrecubierta (otros prefieren 40, 80, etc.) que contendría una obra manuscrita o impresa con textos o imágenes. Lo demás se llamaría folleto, cuadernillo, pliego u hoja suelta.
De este modo, casi de forma automática y por exclusión, han surgido los estudiosos del no-libro, es decir de todos aquellos impresos que no entran en la fórmula acuñada o que se salen de sus estrechos límites. Quienes se han inclinado por su estudio y descripción han encontrado ya de entrada un campo extensísimo e interesante de trabajo en el que, salvo la denominación, todo es positivo. De momento los archiveros y bibliotecarios ya hablan de MNL (Material No Libro) para definir todo aquel papel que, a partir de ahora y por orden de la superioridad, pasa a otro apartado o anaquel por no reunir las características exigidas para ser un libro. Preparan, asimismo, unos catálogos adecuados que sean capaces de integrar todos los materiales que ya estaban en las bibliotecas y que, o no se habían clasificado correctamente o se habían añadido de forma forzada a otras secciones.
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