Un quintillón es un millón de cuatrillones. Una barbaridad de ceros, inaprensible seguramente. Cada día se generan en el mundo 2,5 quintillones de bytes de datos de todo tipo, desde vídeos a tuits, desde noticias a libros. Y esa cifra se multiplica constantemente, sin pausa. Más y más ceros. Nunca se había acumulado tal cantidad de información, pero sobre todo nunca había habido herramientas para ordenar esos datos heterogéneos y dispersos.
La información siempre ha sido poder, pero, ahora, además, se ha convertido en un instrumento de análisis predictivo con enormes posibilidades... comerciales y sociales.
Solo en IBM, doscientos matemáticos trabajan en generar algoritmos y «modelizar» negocios para hacerlos más rentables. Filtran miles de variables y millones de datos para gestionar mejor el movimiento de mercancías, el tráfico de una ciudad, la actividad de los empleados en el zoo de Cincinnati (un ejemplo real)... La mayoría de esos matemáticos viven en la India
Pablo Rodríguez, director de investigación de Telefónica Digital, dijo en el contexto del último FICOD que habría que construir refinerías para gestionar los datos, el nuevo petróleo del siglo XXI. La imagen es tan poderosa que da idea de las expectativas que manejan empresas y administraciones.
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