El ladrón del cúter.
Sin antecedentes, culto, afable, siempre bien vestido, Zslot Vamos, un vendedor húngaro de coches usados, ha estado a punto de ingresar en los anales de la crónica negra como el más rápido expoliador de obras de arte. En las tres semanas que llevaba en España, este húngaro afincado en la República Dominicana ha robado presuntamente 67 mapas de gran valor histórico.
Su forma de actuar era muy simple y, a la vez, muy eficaz. A través de internet consultaba en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español qué archivos públicos tenían libros antiguos que acogieran valiosos mapas de Ptolomeo, Pomponio Mela o Theodore de Bry.
Si había observado que el centro carecía de detectores de metales, ocultaba cuchillas de cúter envueltas en papel en su propia cartera o en dobles fondos que él mismo elaboraba simplemente con folios. Cuando nadie le miraba, mutilaba el libro y escondía el mapa entre sus papeles para sacarlo del centro. En aquellos centros que sí tenían sistemas de seguridad, utilizaba las cuñas de plástico de los cuellos de sus camisas, previamente afiladas y convertidas en pequeños cuchillos.
Con este sistema, desde mediados de julio sustrajo 25 mapas de la Biblioteca Pública de Soria; otros 12 de la de Valladolid; tres más en la de Logroño; igual número de la Universidad de Pamplona; 20 del Archivo General y Real de Navarra, y dos más de la de Castilla-La Mancha, en Toledo.
A raíz de un robo cometido en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) en marzo de 2008, se puso en marcha la investigación que llevó a su detención. El nombre que utilizaba, la imagen que recogieron de él las cámaras de seguridad y las palabras manuscritas con las que rellenó una ficha de consulta fueron las pistas que, 17 meses después, llevaron a la Guardia Civil hasta la habitación 608 del Hotel Leyre, de Pamplona, donde se hospedaba. Allí, en una carpeta grande de cartón almacenaba su botín.
El ladrón que ya está en prisión, inició su actividad delictiva fascinado por el robo de César Gómez Rivero en la Biblioteca Nacional. Si pudo hacerlo Gómez Rivero, ¿por qué no iba a ser él capaz?, pensó Ciska, que era pues un imitador, pero también "un auténtico profesional" que se lo puso muy difícil a la Benemérita.
Sin antecedentes, culto, afable, siempre bien vestido, Zslot Vamos, un vendedor húngaro de coches usados, ha estado a punto de ingresar en los anales de la crónica negra como el más rápido expoliador de obras de arte. En las tres semanas que llevaba en España, este húngaro afincado en la República Dominicana ha robado presuntamente 67 mapas de gran valor histórico.
Su forma de actuar era muy simple y, a la vez, muy eficaz. A través de internet consultaba en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español qué archivos públicos tenían libros antiguos que acogieran valiosos mapas de Ptolomeo, Pomponio Mela o Theodore de Bry.
Si había observado que el centro carecía de detectores de metales, ocultaba cuchillas de cúter envueltas en papel en su propia cartera o en dobles fondos que él mismo elaboraba simplemente con folios. Cuando nadie le miraba, mutilaba el libro y escondía el mapa entre sus papeles para sacarlo del centro. En aquellos centros que sí tenían sistemas de seguridad, utilizaba las cuñas de plástico de los cuellos de sus camisas, previamente afiladas y convertidas en pequeños cuchillos.
Con este sistema, desde mediados de julio sustrajo 25 mapas de la Biblioteca Pública de Soria; otros 12 de la de Valladolid; tres más en la de Logroño; igual número de la Universidad de Pamplona; 20 del Archivo General y Real de Navarra, y dos más de la de Castilla-La Mancha, en Toledo.
A raíz de un robo cometido en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) en marzo de 2008, se puso en marcha la investigación que llevó a su detención. El nombre que utilizaba, la imagen que recogieron de él las cámaras de seguridad y las palabras manuscritas con las que rellenó una ficha de consulta fueron las pistas que, 17 meses después, llevaron a la Guardia Civil hasta la habitación 608 del Hotel Leyre, de Pamplona, donde se hospedaba. Allí, en una carpeta grande de cartón almacenaba su botín.
El ladrón que ya está en prisión, inició su actividad delictiva fascinado por el robo de César Gómez Rivero en la Biblioteca Nacional. Si pudo hacerlo Gómez Rivero, ¿por qué no iba a ser él capaz?, pensó Ciska, que era pues un imitador, pero también "un auténtico profesional" que se lo puso muy difícil a la Benemérita.
En cuanto al destino de las piezas, el detenido ha asegurado a los agentes que él mismo es coleccionista, pero los investigadores creen que los mapas y documentos tenían como destino el mercado negro.
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