Los grandes legados artísticos en España quedan en manos públicas, semipúblicas y privadas. Todas las modalidades tienen sus riesgos. Los públicos pueden sufrir desatención. Los semipúblicos, manejados a través de fundaciones en su mayoría dedicadas a sacarles rendimiento, suelen ser los más eficaces. Entre los privados se dan gestiones ejemplares y desastres que abarcan autores del siglo XX. El legado ideal es, a juicio de Julio Neira, antiguo responsable del Centro para la Generación del 27, en Málaga, y hoy coordinador del Centro Andaluz de las Letras, "el que puede gestionarse públicamente y queda abierto para las consultas de estudiosos o admiradores". Otra cosa es la gestión de los derechos, que siempre van a parar a los herederos. Es lo que da dinero. La conservación del resto, bien al contrario, cuesta. Cuando ambos campos chocan, surge un conflicto.
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