Restaurar los mapas robados en la Biblioteca Nacional será «complejo».
Durante dos años y medio, César Gómez Rivero se dedicó a atormentar y desmembrar algunos de los ejemplares más valiosos de la Biblioteca Nacional. Armado de cúter y paciencia digna de mejor causa se llevó de rondón dieciséis láminas contenidas en libros como la «Cosmografía», de Ptolomeo. Once de estas láminas que pudieron ser recuperadas, aunque malheridas, se disponen a ingresar en una unidad de cuidados intensivos.
La restauración, que «puede durar unos dos meses, va a ser muy compleja». Cada obra tiene un tipo de daños y exige un distinto tipo de protocolo de actuación. En algunos ejemplares el ladrón «usó un cuter para cortar las láminas, pero en otros casos, como en el del «Arte de ballestería y montería», de Alonso Martínez de Espinar, directamente las arrancó. Además, en todos los casos dañó las láminas y páginas vecinas. También usó papeles viejos y tinta, goma de borrar, y hasta lavó alguna pieza, con lo que se perdió el encolado original», en fin una carnicería.
Durante dos años y medio, César Gómez Rivero se dedicó a atormentar y desmembrar algunos de los ejemplares más valiosos de la Biblioteca Nacional. Armado de cúter y paciencia digna de mejor causa se llevó de rondón dieciséis láminas contenidas en libros como la «Cosmografía», de Ptolomeo. Once de estas láminas que pudieron ser recuperadas, aunque malheridas, se disponen a ingresar en una unidad de cuidados intensivos.
La restauración, que «puede durar unos dos meses, va a ser muy compleja». Cada obra tiene un tipo de daños y exige un distinto tipo de protocolo de actuación. En algunos ejemplares el ladrón «usó un cuter para cortar las láminas, pero en otros casos, como en el del «Arte de ballestería y montería», de Alonso Martínez de Espinar, directamente las arrancó. Además, en todos los casos dañó las láminas y páginas vecinas. También usó papeles viejos y tinta, goma de borrar, y hasta lavó alguna pieza, con lo que se perdió el encolado original», en fin una carnicería.
Igualmente falsificó «autentificaciones, sellos, notas y fechas de la Biblioteca» que en ningún caso se borrarán. Se mantendrán hasta los dobleces que hizo para meter las láminas debajo de la ropa. "Hay que conservar las obras, pero también creemos que hay que dejar constancia de sus heridas. Debemos compatibilizar las necesidades de conservación con la historia del ejemplar", dice Arsenio Sánchez, restaurador del Fondo Raro e Incunable de la Biblioteca.
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