Descubren el contenido de una cápsula del tiempo del siglo XIX.
Cuatro tomos de El Quijote del año 1819, un libro de la vida de Cervantes y otras publicaciones, textos legislativos, manuscritos, retratos de personalidades de la época y varios paquetes con objetos aún sin identificar. Y prácticamente todo en un buen estado de conservación. Es el contenido de la cápsula temporal que los madrileños de 1834 prepararon meticulosamente con motivo de la colocación de la primera estatua de Cervantes en Madrid (en la Plaza de las Cortes) y que insertaron en su base a la espera de que generaciones futuras la encontraran y abrieran.
Esta semana, 175 años después, la Comunidad de Madrid autorizó la extracción de la caja, que se había detectado recientemente con motivo de las obras municipales en dicha plaza, y el jueves se procedió a su apertura en el Museo Arqueológico Regional, situado en Alcalá de Henares, cuna de Cervantes, sacando a la luz este tesoro que ha dormido ajeno al ajetreo de los madrileños durante cerca de dos siglos.
Los restauradores del Laboratorio del Museo Arqueológico Regional procedieron, ayer, 17 de diciembre, a las 17:00 horas, a la primera exploración de la cápsula del tiempo. Tras separar la tapa de la caja exterior de plomo, se apreció que ésta contenía en su interior otra caja minuciosamente encajada de vidrio en un óptimo estado de conservación. A primera vista, y a través de la tapa de cristal de esta segunda caja, se pudo observar superficialmente algunos de los contenidos: entre ellos, un envoltorio de papel donde –casualmente- se podía leer la línea “el jueves a las cinco de la tarde”, dentro de unas recomendaciones de ocio de un periódico de la época.
Los contenidos de la caja, en su mayoría de papel, habían sido impregnados originalmente con un químico tóxico en prevención del posible desarrollo de insectos y microorganismos. Este producto aún impregna los contenidos de la cápsula, dotándolos de cierta humedad, despidiendo un fuerte olor e implicando riesgo de toxicidad si fueran objeto de exposición pública. Sin embargo, tanto la cuidada estructura formada por las cajas de plomo y vidrio, como la utilización de este químico, han favorecido que los contenidos de la cápsula se presenten a día de hoy en un excelente estado de conservación.
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Cuatro tomos de El Quijote del año 1819, un libro de la vida de Cervantes y otras publicaciones, textos legislativos, manuscritos, retratos de personalidades de la época y varios paquetes con objetos aún sin identificar. Y prácticamente todo en un buen estado de conservación. Es el contenido de la cápsula temporal que los madrileños de 1834 prepararon meticulosamente con motivo de la colocación de la primera estatua de Cervantes en Madrid (en la Plaza de las Cortes) y que insertaron en su base a la espera de que generaciones futuras la encontraran y abrieran.
Esta semana, 175 años después, la Comunidad de Madrid autorizó la extracción de la caja, que se había detectado recientemente con motivo de las obras municipales en dicha plaza, y el jueves se procedió a su apertura en el Museo Arqueológico Regional, situado en Alcalá de Henares, cuna de Cervantes, sacando a la luz este tesoro que ha dormido ajeno al ajetreo de los madrileños durante cerca de dos siglos.
Los restauradores del Laboratorio del Museo Arqueológico Regional procedieron, ayer, 17 de diciembre, a las 17:00 horas, a la primera exploración de la cápsula del tiempo. Tras separar la tapa de la caja exterior de plomo, se apreció que ésta contenía en su interior otra caja minuciosamente encajada de vidrio en un óptimo estado de conservación. A primera vista, y a través de la tapa de cristal de esta segunda caja, se pudo observar superficialmente algunos de los contenidos: entre ellos, un envoltorio de papel donde –casualmente- se podía leer la línea “el jueves a las cinco de la tarde”, dentro de unas recomendaciones de ocio de un periódico de la época.
Los contenidos de la caja, en su mayoría de papel, habían sido impregnados originalmente con un químico tóxico en prevención del posible desarrollo de insectos y microorganismos. Este producto aún impregna los contenidos de la cápsula, dotándolos de cierta humedad, despidiendo un fuerte olor e implicando riesgo de toxicidad si fueran objeto de exposición pública. Sin embargo, tanto la cuidada estructura formada por las cajas de plomo y vidrio, como la utilización de este químico, han favorecido que los contenidos de la cápsula se presenten a día de hoy en un excelente estado de conservación.
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