Libros sin dueño.
La primera página indica que el libro fue impreso en 1865. Se trata de una edición de lujo de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Para hacerse con él es suficiente acceder al portal de Google Libros, almacenarlo en el ordenador e imprimir sus 566 páginas. El documento electrónico no escatima en detalles. Incluye las tapas, los 30 grabados que ilustran la obra, el escudo de la edición original de 1605 y hasta el sello de la biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid, el lugar donde ha permanecido durante todos estos años y la primera biblioteca no anglosajona que ha llegado a un acuerdo con Google para digitalizar sus fondos.
La obra es una entre los millones que están disponibles en el portal de Google. Su antigüedad la convierte del dominio público, es decir, que no tiene que pagar derechos de autor.
No son libros como El Quijote los que centran el problema del que tanto se habla estos días. Las bibliotecas no son las únicas propietarias de los títulos, y los derechos sobre las obras que no son del dominio público y que están protegidas por leyes de derechos de autor, -distintas en cada país del mundo- se han convertido en el centro de la polémica.
Los libros publicados después de 1923 están disponibles para el usuario, pero éste no puede ver el libro entero. Por ejemplo, una búsqueda sobre El gran Gatsby sólo arrojará copias con "vista restringida": es decir, el lector sólo verá unas cuántas páginas y no podrá disponer de una copia de la totalidad. Eso sí, Google recomienda en estos casos un puñado de librerías on line para obtener una copia de la obra de F. Scott Fitzgerald. Fue precisamente en el caso de este tipo de libros donde las asociaciones de editores y autores de Estados Unidos iniciaron la protesta. Un acuerdo de 90 millones de euros, alcanzado en octubre de 2008, puso fin a una querella impuesta en un tribunal estadounidense contra el gigante de la web. Si Google ofrece el acceso libre a los usuarios y los editores y autores obtienen ganancia, ¿cuál es el problema?
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La primera página indica que el libro fue impreso en 1865. Se trata de una edición de lujo de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Para hacerse con él es suficiente acceder al portal de Google Libros, almacenarlo en el ordenador e imprimir sus 566 páginas. El documento electrónico no escatima en detalles. Incluye las tapas, los 30 grabados que ilustran la obra, el escudo de la edición original de 1605 y hasta el sello de la biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid, el lugar donde ha permanecido durante todos estos años y la primera biblioteca no anglosajona que ha llegado a un acuerdo con Google para digitalizar sus fondos.
La obra es una entre los millones que están disponibles en el portal de Google. Su antigüedad la convierte del dominio público, es decir, que no tiene que pagar derechos de autor.
No son libros como El Quijote los que centran el problema del que tanto se habla estos días. Las bibliotecas no son las únicas propietarias de los títulos, y los derechos sobre las obras que no son del dominio público y que están protegidas por leyes de derechos de autor, -distintas en cada país del mundo- se han convertido en el centro de la polémica.
Los libros publicados después de 1923 están disponibles para el usuario, pero éste no puede ver el libro entero. Por ejemplo, una búsqueda sobre El gran Gatsby sólo arrojará copias con "vista restringida": es decir, el lector sólo verá unas cuántas páginas y no podrá disponer de una copia de la totalidad. Eso sí, Google recomienda en estos casos un puñado de librerías on line para obtener una copia de la obra de F. Scott Fitzgerald. Fue precisamente en el caso de este tipo de libros donde las asociaciones de editores y autores de Estados Unidos iniciaron la protesta. Un acuerdo de 90 millones de euros, alcanzado en octubre de 2008, puso fin a una querella impuesta en un tribunal estadounidense contra el gigante de la web. Si Google ofrece el acceso libre a los usuarios y los editores y autores obtienen ganancia, ¿cuál es el problema?
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