«Quienes salvaron el archivo fílmico de los talibanes son héroes».
Abdul Latif Ahmadi, director de la Filmoteca Afgana, visita estos días Madrid para participar en unas jornadas sobre patrimonio organizadas por la Asociación Española de Documentación e Información:
Otoño de 1996. En su obsesión iconoclasta, el recién instaurado régimen talibán decreta la destrucción de toda imagen. Naturalmente, la Filmoteca Afgana, en Kabul, es objetivo prioritario de los muyahidines. Entre sus paredes, la memoria histórica audiovisual de Afganistán resiste parapetada en 6.000 carretes, incluidos medio centenar de documentales y varias decenas de largometrajes. Amenazados de muerte, los 120 trabajadores del archivo huyen al exilio. Todos salvo once, que deciden resistir el envite del Ministerio de Asuntos Religiosos para salvaguardar el patrimonio fílmico afgano.
Lo lograron. «Ocultaron los carretes en falsas paredes forradas con pósters. Por suerte, los talibanes no dieron con el laboratorio secreto».
Latif Ahmadi advierte de que el patrimonio fílmico afgano continúa en serio riesgo de desaparecer. «Ni siquiera hemos podido arreglar el aire acondicionado —imprescindible para conservar en buen estado los carretes—. Las bombas caídas durante la guerra civil dañaron seriamente el sistema, y todavía hoy sigue sin funcionar. El miedo a perder nuestro tesoro fílmico persiste», dice el director, que denuncia que la reacción de la comunidad internacional fue «insuficiente».
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Abdul Latif Ahmadi, director de la Filmoteca Afgana, visita estos días Madrid para participar en unas jornadas sobre patrimonio organizadas por la Asociación Española de Documentación e Información:
Otoño de 1996. En su obsesión iconoclasta, el recién instaurado régimen talibán decreta la destrucción de toda imagen. Naturalmente, la Filmoteca Afgana, en Kabul, es objetivo prioritario de los muyahidines. Entre sus paredes, la memoria histórica audiovisual de Afganistán resiste parapetada en 6.000 carretes, incluidos medio centenar de documentales y varias decenas de largometrajes. Amenazados de muerte, los 120 trabajadores del archivo huyen al exilio. Todos salvo once, que deciden resistir el envite del Ministerio de Asuntos Religiosos para salvaguardar el patrimonio fílmico afgano.
Lo lograron. «Ocultaron los carretes en falsas paredes forradas con pósters. Por suerte, los talibanes no dieron con el laboratorio secreto».
Latif Ahmadi advierte de que el patrimonio fílmico afgano continúa en serio riesgo de desaparecer. «Ni siquiera hemos podido arreglar el aire acondicionado —imprescindible para conservar en buen estado los carretes—. Las bombas caídas durante la guerra civil dañaron seriamente el sistema, y todavía hoy sigue sin funcionar. El miedo a perder nuestro tesoro fílmico persiste», dice el director, que denuncia que la reacción de la comunidad internacional fue «insuficiente».
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