Salvador de historias anónimas.
Gerente-propietario de las bodegas Salvador Poveda de Monóvar, Rafael Poveda rescata desde hace más de 20 años todo tipo de negativos antiguos que adquiere en mercadillos, rastros o en tiendas de antigüedades. El resultado, tras su paso por un escáner fotográfico profesional, siempre es sorprendente: desde instantáneas de la Guerra Civil hasta rincones de la provincia desaparecidos un siglo después.
Rafael Poveda recorre algunos de los mercadillos y rastros, al mismo tiempo que mantiene el contacto con traperos con los que negocia los negativos y muchas de las fotografías de todas las épocas que llegan a sus manos. "Cuando tengo el negativo se abre un instante mágico, emotivo y único, que finaliza en el momento en que lo paso por el escáner fotográfico y descubro de qué se trata".
Muchas de estas instantáneas recogen escenas familiares como el hijo que se despide antes del servicio militar, el parque o rincón de una determinada ciudad desaparecido, el niño o niña fallecido prematuramente (antiguamente era tradición inmortalizar a bebés fallecidos) o el retrato que cariñosamente se regalaron una pareja de novios.
El deseo del coleccionista no es solamente recoger material, sino también difundir. Por todo ello, Poveda asegura que su archivo "está totalmente abierto" y, por este motivo, ha cedido numerosas fotografías para ilustrar publicaciones de todo tipo.
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Gerente-propietario de las bodegas Salvador Poveda de Monóvar, Rafael Poveda rescata desde hace más de 20 años todo tipo de negativos antiguos que adquiere en mercadillos, rastros o en tiendas de antigüedades. El resultado, tras su paso por un escáner fotográfico profesional, siempre es sorprendente: desde instantáneas de la Guerra Civil hasta rincones de la provincia desaparecidos un siglo después.
Rafael Poveda recorre algunos de los mercadillos y rastros, al mismo tiempo que mantiene el contacto con traperos con los que negocia los negativos y muchas de las fotografías de todas las épocas que llegan a sus manos. "Cuando tengo el negativo se abre un instante mágico, emotivo y único, que finaliza en el momento en que lo paso por el escáner fotográfico y descubro de qué se trata".
Muchas de estas instantáneas recogen escenas familiares como el hijo que se despide antes del servicio militar, el parque o rincón de una determinada ciudad desaparecido, el niño o niña fallecido prematuramente (antiguamente era tradición inmortalizar a bebés fallecidos) o el retrato que cariñosamente se regalaron una pareja de novios.
El deseo del coleccionista no es solamente recoger material, sino también difundir. Por todo ello, Poveda asegura que su archivo "está totalmente abierto" y, por este motivo, ha cedido numerosas fotografías para ilustrar publicaciones de todo tipo.
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